Franz Beckenbauer: Beckenbauer, el futbolista con frac | Fútbol | Deportes
La familia Cruyff guarda como el mejor de los trofeos la camiseta con la que Beckenbauer ganó la Copa del Mundo de 1974 en Múnich después de que Alemania derrotara a Holanda. Los dos iconos de aquella célebre final, Franz Beckenbauer y Johan Cruyff, se intercambiaron una zamarra que Jordi Cruyff cuida con tanto cariño que de forma reiterada se ha negado a su devolución a cambio de recuperar la de su padre, fallecido a los 68 años en 2016.
Ambos fueron dos futbolistas, y también dos personajes igualmente soberbios que desde la admiración mutua se reencontraron de alguna manera tiempo después cuando un cruyffista radical como Pep Guardiola pasó a entrenar al Bayern (2013) después de dejar el Barcelona (2010). Beckenbauer había quedado prendado del hoy técnico del Manchester City cuando su equipo fue goleado en el Camp Nou por el azulgrana en los cuartos de final de la Champions de 2009 por 4-0.
Beckenbauer tenía tan buen gusto que jamás se fue con la camiseta manchada del campo más embarrado del mundo aun siendo defensa, si es que alguna vez jugó en su área, pues siempre se le vio cómo salía con la pelota jugada desde atrás, la cabeza levantada, la barbilla luminosa e incluso con un brazo en cabestrillo por tener el hombro dislocado, como ocurrió en aquella semifinal contra Italia resuelta en la prórroga (4-3) y conocida como el juego del siglo en el Mundial-1970:
No había entonces dos centrales, uno diestro y el otro zurdo, sino un marcador y un libre, demarcación que acabó por encumbrar Beckenbauer con su fútbol panorámico, propio del centrocampista que fue en su origen, igual de preciso en el pase corto que en el largo, único en golpeo del balón, jugador total y líder indiscutible de su equipo y también su selección, una de las celebridades del fútbol junto a los canonizados Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Maradona y Messi.
Tenía tanta calidad y era tan apuesto que parecía jugar con frac, siempre elegante e imponente, igual de atractivo para el público que para la pelota, futbolista decisivo para entender la hegemonía del Bayern de Múnich y de Alemania en los inicios de los años 70. La excelente lectura que hacía del juego y su dominio sobre el partido, así como su autoridad y seguridad, acabaron por confomar una figura de emperador, popularmente conocido como el Káiser.
La marca de Beckenbauer como jugador resultó tan potente que siempre se impuso a la del seleccionador, incluso cuando se proclamó campeón del mundo con Alemania en Italia 1990, y sobre todo a la de dirigente y presidente, cargos en los que fue un protagonista mucho menos virtuososo a ojos del fútbol y de la sociedad después de que se retirara en el New York Cosmos, el equipo también de Pelé, en 1983.
Aunque su inteligencia y personalidad les hacía próximos, así como también sus intrigas con sus respectivas selecciones, siempre se dio por sentado que el antagonista por definición de Beckenbauer fue Cruyff, sobre todo por los duelos que mantuvieron en los partidos entre Alemania y Holanda y entre el Ajax y el Bayern. “Yo fui campeón del mundo, pero Johan era mejor jugador que yo”, resumió el alemán, el mismo que lloró después la muerte de su rival y amigo holandés: “No solo era un amigo, sino un hermano para mi”.
Cruyff acostumbraba a decir que Beckenbauer defendía atacando, que era como a él le gustaba jugar y quería que jugaran sus equipos, aunque el uno fuera defensa y el otro delantero.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Suscríbete para seguir leyendo
Lee sin límites
_